El amor se puede vivir en cualquier estado, pues su naturaleza esencial es idéntica a la de la conciencia. Podrás sentir, pero será todo el campo y no una fracción de él el que sienta. Si tu campo se restringe al cuerpo, en un momento dado, entonces será parecido a como lo hace cualquier persona.
Amarás con más libertad y sentirás, mientras permites que las cosas nazcan y mueran, sin sufrir por cualquier evento extremo que la vida te aporte. La no-identificación con el sentir produce nuevas modalidades de relación con los objetos que prácticamente son desconocidas a la raza humana. Podrás ser el silencio del entorno y, a la vez, la dulce suavidad lumínica del crepúsculo. Eso te hará vivir la realidad de lo experimentado desde novedosas perspectivas. Experimentar ser el espacio que rodea un objeto y, simultáneamente, ser el espacio que a la vez lo contiene, introduce en la cognición sorprendentes paradigmas cognitivos antes nunca vividos.
Tal vez sea bello escucharlo, pero es arrobador vivirlo. Experimentar el mismo objeto jamás agota. La atención cobra una sustancialidad tal que se experimenta casi tan material como ver un árbol o el roce de la piel por la ropa. Notarás cómo el rumor de la atención a veces se expresa en simultáneos sones que conforman la dulce melodía de un instante sin límites. Incluso, sin razón alguna, las lágrimas caerán de tus ojos como única forma de evidenciar la portentosa experiencia de ser todo y ser parte simultáneamente.