El estado No-dual no nace desde la dualidad sujeto-objeto. El estado
No-dual es el sostén de la dualidad, de igual manera que el espacio es el
sostén de los volúmenes y no los volúmenes el sostén del espacio. De esta
misma forma la Conciencia No-dual es el sustento, es la base sobre la cual
se puede experimentar el mundo dual a través de la conciencia individual.
Cuando tú falsamente percibes una serpiente en vez de observar una
soga, podrás notar que la serpiente existe solamente en tu mente. Sin
embargo, la sustancia de la serpiente no es la serpiente misma, es la soga.
Si tratas de plantear la raíz de su existencia llegarás inexorablemente al
símil de qué fue primero: El huevo o la gallina. De esta manera algo
inexistente como la serpiente se convierte en algo sin comienzo ni fin, sin
límite.
Así mismo, existe un sustrato de la serpiente que es la soga. La soga
al no percibirse, aunque sea el sostén y la sustancia esencial que sostiene la
serpiente no se detecta mientras la ilusión de ver una serpiente se
experimente. De igual manera, la condición No-dual es el sustento de la
condición dual. La no-dualidad no es que nazca de la dualidad. La nodualidad
es el estado real de la existencia. La dualidad sólo existe a los ojos
de un sujeto que se recuerda históricamente. Dualidad y no-dualidad se
intersectan pero no coexisten, al igual que la soga y la serpiente.
Ver + en Los Campos de Cognición Pág. 66 y sig. – Sesha 2003 Editorial Gaia
¿Hay acciones buenas y acciones malas, correctas o
incorrectas?
No existen acciones buenas por si mismas ni acciones malas por si
mismas. Es el desarrollo de la filosofía o del sistema teológico el que ha
determinado esa condición. Las acciones no son malas por si, ni buenas por
si mismas. Desde nuestra perspectiva no existe ninguna acción que por si
misma prevalezca sobre las demás. Sin embargo, se le ha entregado a la
ética y la moral la determinación de si una acción es negativa o de si es
correcta.
En el sistema de pensamiento del Vedanta la acción no esta
supeditada a una axiología, es decir, a una categorización. Planteamos la
moral desde un aspecto diferente, hablamos de las acciones que se
encadenan entre ellas porque existe un intermediario que las relaciona.
El “yo” es el encadenante de la acción. Encadenar implica que las
acciones realizadas generen consecuencias en las que también exista
sentido de poseedor de la acción.
Al encadenamiento de la acción le llamamos karma, y a las acciones
que no se encadenan a sus consecuencias debido a la ausencia del “yo”
cuando se las realiza o conoce, les denominamos dhármicas. Afirmamos que
lo “correcto” es el dharma, pues no hay sentido del “yo” en la acción física o
mental. (1)
¿Cómo hay que realizar la acción correcta en la vida
cotidiana?
Planteamos que la acción tiene esencialmente dos condiciones para
hacerla de forma diestra, dhármica. Una es realizar la acción sin la
búsqueda del resultado de la acción, es decir, realizar la acción por si
misma y por la responsabilidad que implica estar vivo, por la
responsabilidad que implica el hecho estar en contacto con la naturaleza. En
segunda instancia, realizar la acción sin sentido egoístico, al igual que la
hace un actor mientras actúa. El actor asume un rol pero no se puede creer
que él sea el propietario de aquel papel que interpreta, es sólo la magia de
la actuación quien obra.
Estos dos elementos: no apetencia al fruto de la acción e
inidentificación en la acción física o mental, son quienes determinan que
una acción favorezca la aparición del karma o el dharma, con la
consiguiente aparición o no de nexo entre acción y actuante. (1)
¿Podemos convertir cualquier acción simple en una
práctica meditativa?
Claro, cualquier acto que realice el ser humano tiene la posibilidad de
realizarse diestramente: caminar, comer, mirar, hablar, jugar, trabajar,
¡inclusive matar, inclusive morir! Todo consiste en aprender a responde de
manera diestra en el instante en donde la acción aparece. Esa respuesta
diestra permite que la acción se realice, pero inhibe la presencia del “yo” en
ella. Esta forma de actuar implica relacionarse con la acción de una manera
diferente, libre, abierta sin apetencia de fruto ni sentido egoístico.