El primero y más sencillo de todos los pasos, con el que cualquier discípulo debe iniciar su trabajo interior bajo las directrices del gnana, tiene que ver con «darse cuenta que se está pensando».
«Darse cuenta que se está pensando» se convierte en el primer peldaño que todo estudiante debe ascender para aprender a conocerse. Notar que se piensa, implica reconocer la propia «fantasía». La fantasía es el estado más caótico de la mente. La «imaginación»» es un estado intermedio y la «comprensión» es el estado más elevado en que la mente puede llegar a funcionar.
«Darse cuenta» de la propia «fantasía» implica regresar una y otra vez al presente, al mundo que está «aconteciendo aquí y ahora». Sólo es posible conocer y comprender en el presente; el aprendizaje ocurre exclusivamente en el presente. Cuando el discípulo anhela quietud mental busca erróneamente a través de un proceso netamente moral. Intenta a través de las buenas acciones la consumación de la virtud. Asume que dicha virtud es el camino de la realización personal…, nada más erróneo. No es la virtud sino la comprensión el catalizador de la realización interior. Por ello, necesitamos que la mente adopte continuamente una condición similar a la que asume cuando opera en ella el instante de la comprensión.
La idea es centrar mentalmente al discípulo. Mientras el discípulo no organice su mente, le será imposible advertir la cognición no-dual, cuya esencia es el objeto de la práctica meditativa. Erróneamente, a través de adquirir un comportamiento ético buscará el estudiante la virtud, pero lo que no nota es lo fácil que es «personalizarla» y creerse virtuoso, entretejer con su egoísmo la bondad que presume poseer.