El objeto fundamental de la experiencia externa es percibir los objetos del mundo mediante la intermediación sensoria, tal como lo hacemos habitualmente en la vida cotidiana
Cuando la percepción del mundo externo se realiza correctamente desencadena una nueva modalidad de percepción que finalmente desemboca en la No-dualidad.
Una percepción común requiere de pasos para decantarse en la No-dualidad. Dichos pasos implican la aparición de tres nuevos estados de conciencia: Observación, Concentración y Meditación.
Todo se inicia en la simpleza de observar cualquier evento externo: verlo, olerlo, gustarlo, tocarlo o escucharlo. Constantemente estamos captando la información de los objetos que nos rodean a través de cualquiera de los sentidos.
Lo esencial es que a la atención le acompañe siempre una respuesta presencial. No debemos inducir respuestas sobre eventos inexistentes; nuestra respuesta mental y física debe expresarse en función de un acontecer que está sucediendo.
Así, si caminamos debemos mantener la atención en el contacto de los pies con el suelo, si comemos toca estar atentos a los sabores y demás percepciones que ocurren en nuestra boca, si miramos un paisaje la atención deberá estar situada en la forma y color de los objetos que detectemos, y si escuchamos música la atención debe estar situada en la fuente desde donde brota el sonido. Todo ello se puede percibir sin necesidad de estar continuamente comparando, interpretando o juzgando mentalmente cada uno de los eventos en los que estamos inmersos, es decir, podemos contemplar constantemente el mundo que percibimos sin necesidad de pensarlo.