Son muchas las variables que rodean la naturaleza mental de un adolescente. Evidentemente el desconocimiento de su propia mente le crea un campo de confusión total. Se les enseña a proyectarse hacia el futuro y no se entiende a ciencia cierta para qué crear dicho proceso. No suelen enseñarles a gestionar su propia mente, por lo que hay un desconocimiento total de su funcionamiento.
Esa falta de claridad, el hecho de no poseer herramientas para enfrentar un mundo que no se entiende y una realidad personal extraña, posiciona al adolescente en una agitación mental constante.
Enseñar a un joven a observar sus pensamientos y emociones, a que se dé cuenta que se pueden observar como objetos y que ellos son cambiantes, lo podría ayudar. Es importante que sus padres sean asertivos, que sean sinceros con él, que lo escuchen y estimulen la comunicación. De no conocer a los hijos no podrán distinguir sus dificultades, sus miedos. No los tratéis como adultos ni como una prolongación vuestra; ellos se deben a sí mismos y se pertenecen a sí mismos.
Evitad que crezca en sus mundos la fantasía. La fantasía es el cáncer de la cognición.