El hecho mismo de que la vida nos permita la obtención de la propia perfección mediante la realización de la acción hace que cualquier ser humano, sin importar su condición, se convierta en un caminante del mundo interior. No importa en qué ambiente se desenvuelva el individuo; basta el hecho mismo de actuar para que la valía de su acto le pueda encaminar a la perfección. No importa el estatus ni el nivel de responsabilidad social; a la luz de la “recta acción”, quien como oficio lava vidrios o barre a diario las calles, posee la misma opción de convertir la acción en una herramienta de descubrimiento interior que quien trabaja en grandes cargos religiosos o es un gran ejecutivo.
Si imaginas que la vivencia de lo divino depende de un lugar apartado que reúna ciertas condiciones místicas, entonces tu creencia está en contravía a la lógica más elemental pues Brahman, el absoluto No-dual, interpenetra la vida misma de todo lo existente. No existe un lugar más sagrado que otro en donde la esencia vital de lo divino se arraigue con mayor valoración. Toda acción posee la carga de lo real, pues su naturaleza no deja jamás de estar condicionada por Brahman, que es su substrato.