Es evidente la dificultad que el lenguaje encierra cuando se intenta mostrar mediante escritos o verbalmente la experiencia metafísica personal. Mente es sinónimo de lenguaje. Los alcances y las dificultades de la mente se ven reflejados mediante el lenguaje en cualquiera de sus expresiones.
La mente se alimenta fundamentalmente de la cotidiana experiencia. La memoria fija e impide que la información experimentada sea olvidada; de esta manera, con el acopio de experiencia acumulada, podemos certificar la percepción actual cotejándola con experiencias objetivas o subjetivas que previamente hemos aceptado como válidas.
Sin embargo, la experiencia metafísica, la vivencia de realidades como la no-dualidad, aunque deja huella en la memoria, no puede ser comparada ni validada con las clásicas experiencias previas racionales. He aquí, entonces, la dificultad pedagógica que conlleva señalar de forma específica una experiencia cuyo trasfondo no es verificable para el alumno que la escucha de la boca de un maestro o que es leída en cualquier texto sagrado.
Son entonces la poesía o la afirmación y negación inmediata de una idea o el uso de paralenguajes, como el mismo silencio, los elementos más adecuados para el manejo de un adecuado contexto pedagógico. Eso lleva a que, muchas veces, sea precisamente lo que no se dice ni se escucha aquello que más profundamente transforma al alumno. Hay experiencias directas que calan de una manera excepcional sin que exista necesariamente un trasfondo racional.
Durante años, a través de mis innumerables viajes por diversos países, he escuchado la interpretación que estudiantes realmente interesados hacen de enseñanzas de Ramanamaharshi, tales como: “Indague la mente con la frase: quién soy yo”. Esta simple frase de un maestro calificado lleva a múltiples acepciones interpretativas. Cada quien busca en su propia base de datos mental los elementos que en conjunción den sentido al ejemplo leído.
Evidentemente, la gran mayoría de estudiantes convierte la afirmación en un elemento reflexivo que, en vez de aportar claridad metafísica, otorga confusión y manoseo racional.
Otra típica frase del vasto repertorio hindú es: “Yo soy Brahman”. Dicha afirmación implica una relación directa de realidad y divinidad entre quien hace la afirmación y la Realidad Absoluta. Sin embargo, la comprensión que deriva de la reflexión del ejemplo citado lleva en la casi totalidad de las personas a una condición netamente racional. La comprensión que buscamos para la vivencia de lo metafísico no es racional. Buscamos un tipo de comprensión que no es necesario encontrar y que, finalmente, se comprende a sí misma.
Este aparente parafraseo de no-búsqueda y de espontáneo conocimiento de lo metafísico requiere de una forma de análisis mental muy lejana al cotidiano análisis dialéctico que esgrimimos para validar nuestra percepción.
Se requiere de educar la mente con la incansable atención presencial para que se desarrolle una nueva instancia que permita una comprensión metafísica estable.