Siempre hay un instante en la vida en que nos preguntamos sobre el porqué de las cosas. Hay un punto de inflexión donde las respuestas comunes a nuestras inquietudes no son suficientes para dar cabida al entendimiento sobre lo Real. Este desencuentro con uno mismo por no encontrar la razón de ser de las cosas fundamentales es lo que el Bhagavad Gita ilustra por medio del personaje denominado Arjuna.
Arjuna ha vivido plenamente en el mundo, pero le llega un momento en que las comprensiones de todo su pasado no le son suficientes. Llegado a esa encrucijada, y en similitud con la gente, muchas personas tienden a cerrar los ojos y esconderse en el saber de otros, en sus propias erróneas y mediocres comprensiones o simplemente miran hacia otro lugar a fin de que el vaivén de los eventos distraiga su atención lo suficiente para no indagar, para no reflexionar sobre sí mismas.
Arjuna ha llegado a un punto de inflexión y está decidido a dar un nuevo paso. Está convencido de que tiene que buscar algo que no conoce, algo que está más allá de su poder de conocimiento, de sus propias capacidades personales. Es el prototipo del discípulo, chela o adikari. Arjuna somos todos nosotros cuando en un momento de la vida tomamos la decisión de no jugar más, de no seguir en la mediocridad, de dar un paso adelante sin importar ni siquiera si se ha de sufrir por ello.
Cuando esa circunstancia se da, normalmente aparece un maestro. Aparece cuando existe el convencimiento firmísimo de dar el paso adelante y hacer lo que se tenga que hacer. Y el maestro, o la vida misma como maestro, llevarán a esas personas a la transformación total.
Son muchos los que quieren no sufrir. Son muchos los que anhelan la felicidad. Son muchos los que desean lograr la experiencia de la No-dualidad. Pero realmente son pocos los comprometidos. Para Arjuna la búsqueda de sí mismo, la búsqueda del Ser es tan importante que se convierte en una desesperación total, en una quemante angustia de no saber qué hacer. Es una pesada carga que asoma sin que se pueda expresar a los demás. Hasta no llegar a esto, hasta no ser engullido por la propia oscuridad, nuestro Arjuna interior no aparece.
Así nos escondamos, así juguemos a mirar en otra dirección, a esperar un mejor momento propicio, un día nos tocará tomar la decisión de cambio. Ya sea en esta vida o en otra, en cada uno de nosotros aparecerá un Kurushetra, un campo de batalla donde necesariamente habremos de enfrentarnos a nosotros mismos. Allí estaremos solos para la lucha, listos para saltar a un vacío desconocido.