Normalmente, cualquier modalidad de acción llega a representar la esencia interior de todo ser humano, de su entorno moral, intelectivo y físico. La acción no es exclusivamente un instrumento de interrelación con el medio sino que llega incluso a ser un instrumento de autoconocimiento, de libertad interior.
Imagina las inmensas posibilidades que se derivan de forjar, mediante la “acción recta”, un camino que despeje tu panorama interior para que logres vislumbrar tu eterna naturaleza No-dual. Las tradiciones occidentales que abordan la búsqueda de lo real siempre suelen hacerlo bajo el presupuesto de que el reencuentro interior ha de plantearse bajo la soledad y el aislamiento. El género de virtudes que acompañan a quien así busca se desarrolla en ese ambiente que se supone el más propicio.
En las grandes tradiciones orientales también se estila un prototipo de vida de renuncia al mundo con el fin de obtener mayor celeridad en el ansiado reencuentro interior. Sin embargo, estas tradiciones también favorecen la multifacética práctica de la acción vista desde la perspectiva de “acto liberador”, en donde el caminante, mediante la adecuada actitud interior en la ejecución del acto y sin alejamiento del mundo, es capaz de obtener los mismos resultados que operan bajo la visión que plantea la meditación yóguica del aislamiento. Tener, por lo tanto, la opción de la perfección interior, aprovechando la misma acción cotidiana que el destino nos ofrece, es una maravillosa salida que vale la pena explorar.