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Ananda

  • Categoría de la entrada:Amor-Devoción

Cuando de los terrenos de la Concentración pasas a los de la Meditación, se suele entrar por una de dos vías, la “cabeza” o el “corazón”. Por ello la Meditación se advierte también como un sentimiento amoroso al que denominamos Ananda, amor absoluto.

El Advaita analiza tipos diversos de samadhi, y todos ellos culminan en el nirvikalpa. Todos son evidentemente gradaciones de estados meditativos. La Meditación, al igual que los demás estados de conciencia, tiene infinidad de niveles de cognición posibles.

En ocasiones, la corriente de intensidad que induce la eclosión meditativa es el amor. En tal caso, el torrente de lágrimas del devoto es recién el aperitivo de la fusión amorosa en el universo entero. Cuando ello ocurre, cuando Ananda se convierte en el barco mediante el cual cruzas el océano de maya, la ilusión, entonces adviertes el saber como un acto amoroso y te conviertes en testigo de las oleadas inmensas de bienaventuranza que por doquier suscitan la existencia. La inenarrable intensidad de corrientes de amor se convierte en la sustancia que edifica las mansiones que conforman el universo mental y físico.

La percepción del Ser se convierte en algo quemante, en algo que consume la mente, alojándote como habitante atemporal de la Realidad. La fuerza de un amor sin límites sobrecoge al cuerpo llevándolo a la desesperación amorosa de un llanto que no oprime. Así, viajando por los innumerables mundos que conforman la infinitud, notas simultáneamente la existencia de todo ser. Sin importar en qué rincón del universo se esconda la más mínima partícula de polvo, allí la conciencia y el amor se convierten en base de su existencia.

Los místicos cristianos, sabedores de tan secreto arcano, viajaron por las costas de lo infinito llegando a las playas de lo Real. Allí, inmersos en la bienaventuranza suprema, vieron cara a cara a la divinidad, compartieron su esencia y reclamaron su libertad.