Es común escuchar a cualquier hombre de ciencia que todo método científico fiable ha de considerar que el universo posee una representación dual, esto es, que el universo es independiente de quien lo conoce. Esta representación dualista otorga un sentido de diferencia implícita en cualquiera de los contenidos que puedan ser conocidos, ya sea en la categoría física: objetos, personas, sustancias materiales en general, o en la categoría ideal: sentimientos, sensaciones, pasiones, pensamientos, etc.
Bajo esta perspectiva dual, la conciencia de quien experimenta los eventos logra certificar la realidad y validez de lo conocido, imponiendo a su propia experiencia un sesgo de diferenciación en todo lo acontecido. El mundo, a juzgar por quien lo conoce, es la suma de infinitos eventos, todos ellos duales y diferentes los unos a los otros.
A su vez, y de forma aparentemente antagónica a la apreciación previa, la base del sistema de pensamiento del vedanta advaita sostiene que el universo y sus contenidos son verdaderamente No-duales. Afirmamos por experiencia propia que el universo y nosotros mismos somos parte integrante de un flujo de Conciencia no-diferenciada cuyo origen no es exclusivo del sujeto conocedor, sino que el mismo sujeto y su conciencia personal son expresiones de una categoría de realidad que le contiene y a la que denominamos No-Dualidad.
La No-dualidad no solamente es la base sustancial de cualquier evento ideal o real que constituye el universo sino que, a su vez, encierra y contiene a la misma conciencia individual. Esta afirmación, que de por sí es bastante original y a primera vista aparentemente extraña y lejana a nuestra experiencia personal, se fundamenta en el hecho de que es posible experimentar el mundo de manera consciente sin que la representación dual de los contenidos experimentados haga que se perciban diferenciados.
La experiencia No-dual desafortunadamente no es una categoría posterior a la experiencia dual, razón por la cual ninguna vivencia dual puede llevar a la experiencia No-dual. Afirmamos que dualidad y No-dualidad coexisten, pero no se interceptan en ninguna forma de cognición.
No existe un universo consciente donde la experiencia dual salte y se convierta en No-dual; tampoco existe una forma de cognición dual que finalmente se deshaga y desaparezca para darle paso a la No-dual; pero menos aun existe una realidad No-dual que desaparezca alguna vez. Lo que existe son percepciones duales que coexisten con su esencia No-dual. Una correcta percepción no anula la dualidad, simplemente advierte la realidad No-dual de la cognición.
El truco para realizar un acto cognitivo y consciente No-dual es desalojar el sentido de diferenciación (“mío”, “yo”, “soy”) del acto mismo del conocimiento. Cuando la Conciencia, libre de la limitación impuesta por el sentido dual del sujeto diferenciado, asume por Sí misma la cognición de los eventos reales o ideales, el universo cambia su faceta perceptiva sin que cambie su naturaleza esencial, es decir, el mismo universo de eventos es conocido de una manera totalmente diferente a como se venía representando previamente, de forma análoga a como la descripción de la realidad onírica y de las reglas que se establecen en el sueño no son las mismas que en vigilia.
Así, la experiencia No-dual de la realidad se asimila a un despertar del sueño de la ilusoria dualidad: todos los eventos aparentemente diferenciados y duales previos de dicho “sueño” se reestructuran en el nuevo despertar de forma no-diferenciada. La experiencia más profunda y hermosa de la comprensión No-dual es el hecho de atestiguar que la Conciencia es un flujo ilimitado, ininterrumpido y simultáneo de Saber; que el universo mismo no es ajeno a quien lo conoce, y que la sustancia que lo conforma es aquella misma que es la base de quien lo observa.