Artículo de Nela Moreno, formadora en terapia Gestalt y coordinadora del área Transpersonal y de Meditación en Espailudic Escola Gestalt de Catalunya.
La búsqueda de una salud global que incluya todas las vertientes del ser humano (corporal, emocional, intelectiva, energética etc.) está centrando el interés y la atención tanto a nivel social, del gran público, como también en el ámbito de la psicología, la docencia, la medicina etc. La búsqueda de respuestas que puedan paliar el sufrimiento inherente a la propia existencia, que aún está más marcada por el contexto social -plagado de desequilibrios- en el que estamos inmersos, nos empuja con fuerza a la obtención de comprensiones que puedan dar un sentido y un propósito a nuestra vida, a nuestro devenir.
Las puertas para indagar en la naturaleza humana están desplegadas y abiertas en su totalidad; esperándonos para acogernos nos dan la bienvenida a un hábitat donde puedan por fin coexistir mundos tan aparentemente separados como pueden ser los de la psicología y las relaciones interpersonales con el de la búsqueda de nuestra naturaleza esencial.
Queremos detenernos precisamente aquí, en la naturaleza esencial, en los reinos que van más allá del pensamiento incluyendo a la vez al propio pensamiento. Son los territorios de la filosofía Advaita que ahora os presentamos. Una sabiduría ancestral que sin embargo podemos aplicarla a cualquier acontecer de la vida, siempre a mano, alcanzable, práctica, gracias a la occidentalización que está llevando a cabo Sesha. ¿Qué puede entonces aportar el Advaîta dentro del campo de la psicología? ¿Qué tiene para enseñarnos? ¿Cuáles son los puentes de unión entre mundos tan aparentemente opuestos?
Uno de los ejes fundamentales de la psicología es el de la integración, personal y con el entorno. El ser humano convive o malvive con una serie de subpersonalidades que muchas veces le conducen al desorden, al caos, a una lucha interminable que genera mucho desgaste y sufrimiento.
El Advaîta tiende su mano y aporta un puente que se dirige directamente a la raíz del dolor puesto que nos aboca a una percepción mucho más estable, concentrada, presencial, tierra firme donde apoyarnos en medio del terremoto mental o emocional. Y todo ello a la luz y bajo la tutela del Presente que, como iremos viendo, va mucho más allá de su connotación temporal y se presenta como el entorno de salud por excelencia, el eje transversal que tiende puentes de unión entre los mundos de lo psicológico y lo no dual.
La concentración advaitina integra y no permite la dispersión aportando oxígeno y estabilidad a la percepción, descansada, firme y por lo tanto saludable al no ser generadora de estrés ni de esfuerzo. Una concentración que al actuar sostenidamente nos conduce a los terrenos de la No Dualidad, a los reinos de la integración por excelencia puesto que no existe integración mayor que una percepción simultánea entre sujeto y objeto, entre un tú y un yo, entre organismo y ambiente.
A la luz de esta modalidad de percepción la dualidad se derrumba como un castillo de naipes, llevándose consigo, en su caída, todo el sufrimiento gracias a una correcta comprensión que, alberga a su vez, un despertar del corazón.