*Charla impartida por Sesha en el Internado de Meditación en el Puig en diciembre de 2021
El Bhagavad Gîtâ es uno de los libros más queridos de la tradición india. Es uno de los primeros libros cuyo contexto muestra la importancia de la ausencia de sentido protagónico en la acción como método de liberación interior y como forma plausible para la purificación de la mente.
Para Occidente la Concentración es un proceso interesante; no niega su importancia, pero no va más allá del planteamiento de que es algún tipo de focalización cognitiva. Durante la Concentración somos más eficientes en la acción y en la cognición, eso es innegable. Para el Advaîta es algo fundamental y para nada relacionado con lo religioso.
La religiosidad se basa en dogmas y rituales que sirven de guía para la realización de las acciones. Se supone que el cumplimiento de dichos planteamientos básicos morales lleva a que la persona se desarrolle “espiritualmente”. Pero dentro de esa evolución moral jamás se plantea el acto de la Concentración como un evento importante o troncal de dicho desarrollo.
En Oriente, la transformación personal se basa en la idea del Dharma. Corresponde totalmente a la reacción comportamental o cognitiva que sucede mientras aflora la Concentración. Dharma implica realizar la acción sin apetencia de fruto y sin egoísmo.
En la historia del Bhagavad Gita se plantea la necesidad del cumplimiento del Dharma a través de una batalla entre dos clanes, el de los Kuravas y los Pandavas. Ambos se disputan el control sobre Hastinapura, la Ciudad de los Elefantes y, por analogía, la Ciudad de la Sabiduría.
Los Pandavas, o hijos de Pandú, están liderados por Yudhistira, el mayor de los cinco hermanos. Arjuna, el tercero de ellos, su abuelo y Krishna, son los protagonistas principales de esta historia. Tras haber cumplido los trece años de destierro en las selvas de la India, el clan de los Pandavas regresa para recuperar el trono de Hastinapura pero Dhuryodana, el jefe del clan de los Kuravas, falta a su compromiso y se niega a cederlo de nuevo. Entonces se plantea una batalla.
Arjuna representa la confusión y la duda de aquel que, en medio del frente de batalla, se niega a pelear. Situado en la mitad del campo, mira a ambas huestes. Frente a sí tiene a sus parientes y amigos, y a todos aquellos que fueron sus maestros en días pretéritos. No desea alzarse contra ellos, prefiere no pelear. Krishna, auriga de su carro de guerra, intenta convencerle y enseñarle qué debe hacer. El Dharma de Arjuna, por ser guerrero y teniendo como Habilidad Innata el tiro con arco, es el de hacer parte de la batalla.
El planteamiento de Krishna es que su discípulo Arjuna pelee. Le explica las características de lo que es el Recto cumplimiento de la Acción —Karma Yoga—. Se resume en convertir la Acción en algo sagrado, como elemento que purifique la mente.
En nuestra cultura occidental el Dharma se corresponde con lo que en Psicología se denomina Concentración. Así pues, se plantea que el estudiante enfrente la acción cotidiana permaneciendo en Concentración. La actitud mental que opera en la Concentración acaba purificando su mente y desarrollando una facultad discriminativa que el día de mañana le permitirá diferenciar entre lo que es Real y lo que es ilusorio. A esa facultad discriminativa que otorga el cumplimiento del Dharma en forma de Karma Yoga la llamamos Viveka o Discernimiento.
El Discernimiento permite distinguir la Conciencia como un Continuo Absoluto. Cuando un individuo puede situarse en el ambiente discernitivo de Viveka, logra la percepción de Lo Real. Pero si no purifica su mente le será imposible llegar a ello; necesita hacer un trabajo previo ajustado al Karma Yoga.
El aporte más importante del Bhagavad Gîtâ es convertir la Concentración, como respuesta cognitiva y comportamental, en algo sagrado. No plantea la necesidad de seguir un dogma o ritual, sino convertir cada acción en Dharma, en Recta Acción, en Karma Yoga. Invita a las personas que se abocan a la búsqueda interior a estar completamente atentas.
Entonces se cambia la concepción de Espiritualidad por la condición de Presencialidad. La persona no requiere de cumplir con una serie de ritos y ceremonias, sino de permanecer completamente atenta.
No existe una moral universal porque no existe una solución clara y definitiva respecto a qué cosa es mejor que otra. Por ejemplo, se supone que no matar es parte de los principios básicos del cristianismo. Sin embargo, desde la propia tradición cristiana clerical se ha invitado a ello en variadas ocasiones, creando circunstancias bajo las cuales matar a otra persona no supone un conflicto, pues la guerra santa lo legitima, lo justifica.
La moralidad es como la política de izquierdas o derechas: según desde donde se perciba, cualquier circunstancia se justifica. Nos clasificamos entre buenos y malos, los que llevan mascarilla y los que no, los que seguimos ciertos parámetros y vamos a misa o los que no. Y pareciera que en la espiritualidad basta simplemente con seguir ciertas leyes, realizar ciertos sacramentos para tener “ganado el cielo”.
Para Oriente, el concepto de espiritualidad basado en el dogma y el ritual se transforma en el de Presencialidad. La clave está en la fundamentación de la Atención como base para la realización de la acción. Lo que prima para el individuo no es actuar bajo un tipo de reglamentación específica, sino Concentrarse, es decir, reaccionar a la acción cumpliendo con su Dharma.
Es asombroso este cambio de paradigma. No se busca basar el acto espiritual en la religiosidad, la moral, los sacramentos o en los principios básicos cristianos, sino más bien trasladarlo a la presencialidad que procura una Atención Eficiente. Ello, por sí, purifica la mente.
Este cambio de paradigma lo profundiza el Bhagavad Gita enunciando las vías del Bhakti —el camino de la devoción—, y del Gnana –el sendero del Discernimiento–. Plantea en primer lugar el Karma Yoga, entendido en primera instancia la tarea de descubrir aquellas áreas o facetas de la vida en las que se responda de manera espontánea, por Concentración, para así realizar el Dharma. Las Habilidades propias son la más sana expresión del Dharma que se configura a través del logro de la Concentración.
Sosteniéndose la Concentración favorecemos la purificación de la mente. La mejor forma es promover las Habilidades Innatas y sus respectivas simetrías comportamentales. Al purificar la mente inducimos una respuesta Discernitiva que permite reconocer claramente qué es Lo Real y qué lo ilusorio. Es la respuesta que transporta a planos cognitivos donde se expresa la No-dualidad.
El Advaîta no requiere de moral alguna, tampoco del shanga, comunidad religiosa. No existe un ritualismo que plantee qué se debe hacer al amanecer, al atardecer o al anochecer. Lo fundamental respecto a la respuesta cognitiva o comportamental es permanecer Atentos.
Atender es una facultad siempre presente. Puedes dejar de respirar, pero no puedes dejar de estar atento ni por un instante. Que la Atención sea Eficiente o no, es otro tema. En el peor de los casos la Atención se desliza al sueño. También la Atención puede alentar la existencia de un Sujeto que se exprese a través del sentido protagónico, promoviendo la exclusiva aparición de pensamientos, emociones, pasiones y sentimientos.
Pero la Atención siempre está. Tal como ustedes respiran dormidos y respiran despiertos, así atienden despiertos y atienden dormidos. Por eso lo más importante es facultar a la cognición para Atender Eficientemente. Lo único que diferencia a una persona “espiritualmente desarrollada” o “presencialmente desarrollada” es el nivel de continuidad de su Atención Eficiente.
El estatus interior de una persona no lo determina una tradición por el hecho de ser “hijo de” o “delfín de”. Tampoco lo da la permanencia por un número de años en una institución, como ocurre en el ejército: entre más años, más galones. Lo que determina el estatus interior de una persona es su nivel de Presencialidad, su capacidad para permanecer Concentrada o en actitud Intuitiva, es decir, en No-dualidad.
La Concentración, el Dharma, va produciendo una lenta transformación interior en la persona. Con el paso del tiempo, la Atención se amolda a los nuevos cánones de cognición. Los mecanismos que antes usaba para empoderarse y funcionar en el día a día, basados en los sentimientos, emociones, pasiones y deseos, ya no permanecen. Si bien ahora también siente y piensa, lo hace bajo condiciones diferentes, en una modalidad Presencial que reconstruye su mente, sin identificarse con las acciones que realiza.
Esto es lo que simbólicamente plantea el Bhagavad Gîtâ a través de la batalla. Es el primer gran libro que lo hace. Nadie antes había planteado algo similar de forma tan escueta, tan clara y a la vez tan maravillosamente simbólica. Arjuna representa al individuo que quiere cambiar, buscar y desarrollarse espiritualmente, pero no sabe cómo. Entonces se le plantea una batalla en la que debe tomar una serie de decisiones que cambiarán seguramente el panorama de su vida. Simbólicamente es la lucha contra los Kuravas, sus antiguos hermanos y maestros. Al igual que Arjuna, cuesta lidiar con nuestro pasado. Arjuna, como la mayoría de las personas, sabe de la necesidad de transformarse, y aunque muchas de las cosas que ha vivido le han servido para aprender, debe finalmente dejarlas de lado. Se hace imprescindible la necesidad de arriesgarse y de apostar por el cambio.
A la mayoría nos cuesta tomar decisiones fundamentales. Arjuna está justamente en esa posición, en el punto de inflexión en donde no es “ni chicha ni limonada”. El pobre está del revés porque no sabe hacia dónde ir ni reconoce las Habilidades Propias.
Su Maestro Krishna trata de mostrarle sus Habilidades Innatas, que las conozca, que tome las decisiones necesarias y, como guerrero que es, se apreste para la batalla. Porque el pasado que ha vivido le ha permitido llegar hasta donde está, hasta ese mismo momento, pero ya no le sirve para seguir adelante en su búsqueda personal. Ha de dejar ir al pasado, romper con él y reconstruirse de nuevo.
Esta situación tan difícil en la vida, cuya complejidad hace que no sepamos qué hacer, la mayoría de las veces produce un profundo terror y miedo. Ante la dificultad de poder decidir, lo más común es posponer las decisiones; así se pasa día tras día, mes tras mes y año tras año, alargando lo impostergable. Se pospone para la siguiente vida y luego a la siguiente. Creamos condicionamientos que después nos llevan a estar totalmente inermes y a vivir sin control.
El Bhagavad Gîtâ habla de la importancia de la Recta Acción. Representa hablar de la Concentración, siendo el Exínsu testigo asociado. Su respuesta comportamental se llama Habilidad. Como camino de transformación personal, se denomina Karma Yoga.
La base teórica del Advaîta está contenida en tres tipos de textos: los Upanishads, una serie de textos filosóficos anónimos; el Bhagavad Gîtâ, que es parte del Mahabharata, y los Brahmasutras, que son una serie de complejos aforismos.
El Mahabharata es una gran epopeya épica cuyo capítulo decimoctavo es el Bhagavad Gîtâ. Este es considerado un libro sagrado y en su trama hay tres personajes principales: el primero es el rishi Sanjaya, conocedor de la No-dualidad. Sanjaya explica al final del día a Drishtarastra, el rey de los Kurus, lo sucedido en el campo de batalla durante la jornada. Las batallas se libran de mañana y de tarde, pero al ocultarse el sol las huestes paran la lucha. A la noche cada bando recoge muertos y heridos. Krishna le otorgó a Sanjaya el don de la videncia, el don de observar la totalidad del campo de batalla.
El segundo protagonista es Krishna, el abuelo de Arjuna. Krishna ha tomado partido por los Pandavas y se hace auriga de Arjuna, conduciendo su carro de batalla. Y el tercero es Arjuna, símbolo del discípulo, de quien desea cambiar interiormente y necesita la guía de un Maestro para lograrlo.
Toca hacer aquí una pequeña digresión: el dios Ganesha, divinidad representativa de la Sabiduría, está representado con cabeza de elefante y con un solo colmillo. Uno de los orígenes simbólicos de esta obra cuenta que Ganesha, ibamontado en su carro tirado por un ratón. El ratón representa la humildad y el elefante la Sabiduría; la humildad hala de la Sabiduría. Una de las ruedas choca contra una piedra, lo que hace que el coche vuelque. Entonces Ganeshacae al suelo rompiéndose un colmillo. Los dioses del Svarga se ríen ante el aparatoso accidente. Consciente de sus burlas, Ganesha toma el colmillo roto y lo lanza al Svarga para golpearlos por sus chanzas. Pero los dioses se hacen a un lado evitando la trayectoria y el colmillo vuelve a caer en la tierra en manos de Vedavyasa, el cual escribe el libro con el colmillo. Un símbolo que denota la naturaleza sagrada del texto.