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¿A qué se parece el karma yoga?

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Imagine que un gran amigo le solicita un favor, llevar a Correos una correspondencia. La actitud con la que se pide dicho favor lleva naturalmente a su aceptación, razón por la cual no se presenta conflicto en realizar la tarea. Tal acción puede realizarse de manera natural sin que interfieran excesivas fricciones psíquicas, como suponer “perder tiempo”, pues “hacer un favor” de manera abierta obvia la posible tensión que conlleva trasladarse al sitio y ocupar tiempo en ello. Note cómo la acción se desarrolla bajo un talante personal muy tranquilo al ser solicitada como un favor por alguien a quien se tiene en alta estima.

Sitúese ahora el lector en la compañía de alguien de su agrado, mejor aún si corre entre ambos un cariño especial. Note cómo el afecto que inunda la relación convierte en especial los instantes que se comparten. Se producirán diversas situaciones de variada índole, pero lo común a todas ellas es la soltura con la que se desenvuelven los instantes gratos y la nueva apreciación que se tiene sobre el espacio o el tiempo. El sentimiento teje, como hilo invisible, un manto que reconstruye actividades simples que se comparten y las muestra bajo un talante diferente. Dichas acciones, evidentemente, no contienen el tóxico de la tensión a la que frecuentemente nos ceñimos sino que, al contrario, ofrecen un relax en forma de ausencia de fricciones psicológicas.

Adviértase cómo hay formas de realizar acciones que conllevan una forma más amable de vida. Es claro que no todas son así, pero es posible llevar la acción a un tipo de ambiente donde, sin importar cuál sea la actividad, podamos resumirla y guiarla para que sirva al bienestar personal y a la necesaria búsqueda interior